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Testimonios

Los pacientes cuentan su experiencia tras la terapia visual en Aprendiendo a Ver. Ellos comprobaron que, con un tratamiento adecuado, sus problemas visuales tienen solución.

  • Cuando yo tenía un añito tuve ojo vago (izquierdo). A los 3 años me operaron, me pusieron parche y gafas. Un día, cuando tenia 9 años, una amiga de mi madre venia a esta optometrista y me apuntó. He mejorado en no meter el ojo y a usar los dos ojos a la vez. Las optometristas son muy simpáticas y divertidas. Hacen cosas muy chulis, divertidas y mágicas. Esta experiencia ha estado genial. Los ejercicios son divertidos y me han ayudado un montón a mejorar mis ojos. Me han tratado muy bien y me he divertido mucho.

A.M.

A.M, paciente de 7 años, con estrabismo convergente. Lleva usando gafas y parche desde los 15 meses, a los 3 años la operaron de estrabismo. Cuando le hice la evaluación pude comprobar que aunque los ojo estaban aparentemente rectos, en todas las pruebas de visión binocular, A, suprimía un ojo, es decir, mantiene los ojos rectos, pero a nivel funcional sólo usaba uno. Por eso, cuando se quitaba las gafas el ojo se le seguía metiendo para dentro. Tras el tratamiento con fototerapia y terapia visual activa, A.M, aprendió a usar los dos ojos a la vez, ganando así visión tridimensional (por eso ella pone que hacemos cosas mágicas) y eliminando por completo su estrabismo.

C.B.

Esta es la experiencia de una de niña con estrabismo convergente (metía el ojo hacia dentro).

Estuvo usando parche desde los 3 hasta los 10 años. Gracias a la terapia visual comportamental consiguió eliminar el estrabismo teniendo siempre los ojos rectos.Ahora tiene buena visión binocular y ¡ha desarrollado visión en 3D!.

Sus palabras: “estoy arrepentida de no haber descubierto antes la terapia visual” “La terapia visual me ha cambiado la vida”.

  • Mejora vista por los padres: Mejora en la concentración en el estudio (en menos tiempo, más rendimiento). Aumento del gusto por la lectura. Mejora muy significativa de la evolución del ojo vago. Visión de los dibujos en 3D y su buena repercusión en la materia de dibujo técnico. Mejora en el rendimiento personal del deporte que practica: Volleyball.

C.G.

C.G, paciente de 10 años derivada por el oftalmólogo por presentar un microestrabismo y ambliopía. En tan sólo 3 meses de terapia visual conseguimos eliminar la desviación, mejoramos la ambliopía de un 60% a un 90%, ademas, y lo más importante es la mejora en su calidad de vida, ya que empezó a tener gusto por la lectura, y mejoró de manera muy significativa su rendimiento deportivo.

E.R.

E.R de 16 años que viene recomendada por una psicóloga infantil. Sus resultados en el colegio son buenos, pero no acordes con el esfuerzo que hace. Antes de iniciar la terapia visual, era una niña insegura y sabía que en cada examen que hacía que no daba lo mejor de ella. Al hacerle la evaluación completa (eficacia visual y percepción), descubrimos que tenía un problema binocular en visión cercana.

E.R presentaba una insuficiencia de convergencia, lo que le impedía concentrarse en tareas cercanas durante largos periodos de tiempo. Además de unos bajos percentiles en la memoria visual a corto y largo plazo.

Tras unos 5 meses de terapia visual, E.R, mejoró por completo su visión binocular y convergencia.

E.R consiguió sus objetivo, estudiar durante largos periodos y que no sea algo agotador.

  • Al inicio de la terapia los objetivos que me marqué fueron los siguientes: - Conseguir centrar mi atención - Permanecer mas tiempo estudiando No cansarme con tanta facilidad al leer Durante el curso escolar he estado acudiendo a terapia, y poco a poco he comprobado cómo esos objetivos se han ido cumpliendo quedando reflejados en los resultados académicos. Por todo ello tengo que decir que para mi ha sido un acierto acudir a esta terapia, con lo cual recomiendo a la gente que esté en mi situación inicial que compruebe los beneficios de llevarla a cabo. Por cierto, los ejercicios son muy entretenidos y no tienen nada que ver con los deberes del colegio. Y por ultimo quiero agradecerle a Cristina la actitud que ha mostrado hacia mí, favoreciendo que estuviera siempre cómoda en la terapia.
  • Mi nombre es G.M y tengo 11 años, desde que nací de forma prematura he tenido que visitar muchas veces el hospital, pues debido a mi inmadurez he sufrido de estrabismo divergente del que siempre dijeron a mis padres que no se curaría sin operarme de los ojos. Mientras se decidían si operar o no, he tenido que realizar varios tratamientos a cuál más molesto para evitar que el ojo se desvíe hacia fuera. Desde los 2 años llevo gafas que no me hacen falta para ver mejor, y hasta los 6 años tuve que pegarme parches en los ojos para supuestamente centrar mi mirada. Hace 6 meses, mis padres cansados de verme sufrir con las gafas y viendo que cada vez se desviaba más el ojo, optaron por llevarme a terapia visual con Cristina en Aprendiendo a ver, al principio me daba un poco de corte hablar con Cristina, pero enseguida, confié en ella y cada vez me gustaba más ir a su consulta a jugar con ella y me lo pasaba genial ayudando a mis ojos a trabajar en equipo. Gracias a Cristina, aparté las gafas de mi vida y conseguí mantener mis ojos en una posición normal. Nunca olvidaré los buenos ratos que hemos pasado juntos y siempre te estaré agradecido por lo que hiciste por mí.

G.M.

Esta es la experiencia contada por un paciente muy especial con el que yo también aprendí mucho, cada día con él era un reto nuevo, siempre venía con una sonrisa y dispuesto a trabajar. Él mismo cuenta perfectamente su historia y su paso por la clínica.

M.C.

Esta es la experiencia desde el punto de vista de una madre guerrera. Su hija adolescente y bastante presumida tiene un estrabismo convergente (ojo se le desvía hacia dentro). Desde pequeñita ha estado usando gafas y parche, alternado las oclusiones de un ojo a otro. Incluso cuando vino a mi consulta, ya con 10 años, mantenía el mismo tratamiento: “usar parche”.

La madre llevaba años sin observar cambios. Su hija que iba creciendo y su ojo seguía igual. El estrabismo ya le empezaba a afectar en las relaciones personales con sus amigos y amigas. La madre empezó a ver cómo su hija se acomplejaba por su estrabismo y dejaba de hacer planes.

Desesperada por cambiar la situación decidió traerla a terapia visual, y con mucho éxito conseguimos eliminar el estrabismo tanto la parte estética, como la funcional.

  • Con apenas 3 años de edad, un médico amigo de mis padres miraba una foto mía cuando les alertó: “esta niña mete un ojo”. De inmediato me llevaron al oftalmólogo quien me prescribió las correspondientes gafas, un parche que debía cambiar de ojo varias veces al día y unas pastillas rosas, al parecer vitaminas, que me encantaban por aquello del color. Y ahí estaba yo, con mis flamantes gafas que con los años fueron aumentando el grosor de mis cristales a la par que la desviación del ojo. Siempre me gustaron los deportes y los intentaba todos: en el tenis me pasaba el día persiguiendo la pelota por el suelo, en baloncesto apedreaba el tablero sin meter una canasta… al menos el ballet se me daba bien en eso de la expresión. La coordinación ya era otra cosa. Me saque el carnet de conducir a los 20. A los 27 compre mi primer coche (después de haber destrozado el de mi padre a porrazos) y comenzaron una serie de golpes en cadena (especialmente al meterlo en el garaje). Me gaste el sueldo en arreglarlo continuamente. En eso y en pagar entradas para pelis en 3D que yo veía completamente planas. Lo peor empezó hace unos años, alrededor de los 35. Hasta entonces había sido capaz de mantener el ojo en su sitio gracias a la corrección óptica. Pero de repente ya o era capaz de hacerlo. Comencé a ver doble. Me dolía la cabeza y a veces sufría crisis de vértigos. Cada vez me sentía más “bizca” y me daba vergüenza mirar a la cara a la gente. Me sentía insegura especialmente ene le trabajo cuando tenia entrevistas con papas y compañeros (soy orientadora escolar). Lo peor de todo no era eso, si no que cada vez que cogia el coche y tenia que adelantar necesitaba guiñar un ojo para calcular las medidas del hueco por dónde debía pasar. Al escribir no sabia en qué linea estaba y al comer no atinaba a pinchar con el tenedor lo que mas me gustaba del plato. Entonces sucedió el milagro, conocer a Cristina González, es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Tras pasar por la terapia (que tome muy enserio y realice puntual y metódicamente, incluidos los “deberes para casa) mi vida cambio completamente: En lo estético conseguí una mejor alineación de mi ojo. Ahora en vez de esconderme, poso para las fotos. En lo emocional, fue una inyección para la autoestima. Me siento segura. Miro sin miedo a la cara cuando converso con los demás. En lo económico… ¡Se acabaron los porrazos al coche! No rompo vasos, ni platos. No se me cae todo de las manos. Merece la pena pagar por las pelis 3D… Al fin veo la profundidad y “flipo” como todo el mundo. Y lo mejor de todo es que ya no veo doble y no me duele la cabeza. Tenía miedo de que todo fuera una ilusión efímera pero aquí estoy, ha pasado un año desde que acabe la terapia… y NADA HA VUELTO A SER LO QUE ERA!
  • Con apenas 3 años de edad, un médico amigo de mis padres miraba una foto mía cuando les alertó: “esta niña mete un ojo”. De inmediato me llevaron al oftalmólogo quien me prescribió las correspondientes gafas, un parche que debía cambiar de ojo varias veces al día y unas pastillas rosas, al parecer vitaminas, que me encantaban por aquello del color. Y ahí estaba yo, con mis flamantes gafas que con los años fueron aumentando el grosor de mis cristales a la par que la desviación del ojo. Siempre me gustaron los deportes y los intentaba todos: en el tenis me pasaba el día persiguiendo la pelota por el suelo, en baloncesto apedreaba el tablero sin meter una canasta… al menos el ballet se me daba bien en eso de la expresión. La coordinación ya era otra cosa. Me saque el carnet de conducir a los 20. A los 27 compre mi primer coche (después de haber destrozado el de mi padre a porrazos) y comenzaron una serie de golpes en cadena (especialmente al meterlo en el garaje). Me gaste el sueldo en arreglarlo continuamente. En eso y en pagar entradas para pelis en 3D que yo veía completamente planas. Lo peor empezó hace unos años, alrededor de los 35. Hasta entonces había sido capaz de mantener el ojo en su sitio gracias a la corrección óptica. Pero de repente ya o era capaz de hacerlo. Comencé a ver doble. Me dolía la cabeza y a veces sufría crisis de vértigos. Cada vez me sentía más “bizca” y me daba vergüenza mirar a la cara a la gente. Me sentía insegura especialmente ene le trabajo cuando tenia entrevistas con papas y compañeros (soy orientadora escolar). Lo peor de todo no era eso, si no que cada vez que cogia el coche y tenia que adelantar necesitaba guiñar un ojo para calcular las medidas del hueco por dónde debía pasar. Al escribir no sabia en qué linea estaba y al comer no atinaba a pinchar con el tenedor lo que mas me gustaba del plato. Entonces sucedió el milagro, conocer a Cristina González, es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Tras pasar por la terapia (que tome muy enserio y realice puntual y metódicamente, incluidos los “deberes para casa) mi vida cambio completamente: En lo estético conseguí una mejor alineación de mi ojo. Ahora en vez de esconderme, poso para las fotos. En lo emocional, fue una inyección para la autoestima. Me siento segura. Miro sin miedo a la cara cuando converso con los demás. En lo económico… ¡Se acabaron los porrazos al coche! No rompo vasos, ni platos. No se me cae todo de las manos. Merece la pena pagar por las pelis 3D… Al fin veo la profundidad y “flipo” como todo el mundo. Y lo mejor de todo es que ya no veo doble y no me duele la cabeza. Tenía miedo de que todo fuera una ilusión efímera pero aquí estoy, ha pasado un año desde que acabe la terapia… y NADA HA VUELTO A SER LO QUE ERA!
  • Con apenas 3 años de edad, un médico amigo de mis padres miraba una foto mía cuando les alertó: “esta niña mete un ojo”. De inmediato me llevaron al oftalmólogo quien me prescribió las correspondientes gafas, un parche que debía cambiar de ojo varias veces al día y unas pastillas rosas, al parecer vitaminas, que me encantaban por aquello del color. Y ahí estaba yo, con mis flamantes gafas que con los años fueron aumentando el grosor de mis cristales a la par que la desviación del ojo. Siempre me gustaron los deportes y los intentaba todos: en el tenis me pasaba el día persiguiendo la pelota por el suelo, en baloncesto apedreaba el tablero sin meter una canasta… al menos el ballet se me daba bien en eso de la expresión. La coordinación ya era otra cosa. Me saque el carnet de conducir a los 20. A los 27 compre mi primer coche (después de haber destrozado el de mi padre a porrazos) y comenzaron una serie de golpes en cadena (especialmente al meterlo en el garaje). Me gaste el sueldo en arreglarlo continuamente. En eso y en pagar entradas para pelis en 3D que yo veía completamente planas. Lo peor empezó hace unos años, alrededor de los 35. Hasta entonces había sido capaz de mantener el ojo en su sitio gracias a la corrección óptica. Pero de repente ya o era capaz de hacerlo. Comencé a ver doble. Me dolía la cabeza y a veces sufría crisis de vértigos. Cada vez me sentía más “bizca” y me daba vergüenza mirar a la cara a la gente. Me sentía insegura especialmente ene le trabajo cuando tenia entrevistas con papas y compañeros (soy orientadora escolar). Lo peor de todo no era eso, si no que cada vez que cogia el coche y tenia que adelantar necesitaba guiñar un ojo para calcular las medidas del hueco por dónde debía pasar. Al escribir no sabia en qué linea estaba y al comer no atinaba a pinchar con el tenedor lo que mas me gustaba del plato. Entonces sucedió el milagro, conocer a Cristina González, es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Tras pasar por la terapia (que tome muy enserio y realice puntual y metódicamente, incluidos los “deberes para casa) mi vida cambio completamente: En lo estético conseguí una mejor alineación de mi ojo. Ahora en vez de esconderme, poso para las fotos. En lo emocional, fue una inyección para la autoestima. Me siento segura. Miro sin miedo a la cara cuando converso con los demás. En lo económico… ¡Se acabaron los porrazos al coche! No rompo vasos, ni platos. No se me cae todo de las manos. Merece la pena pagar por las pelis 3D… Al fin veo la profundidad y “flipo” como todo el mundo. Y lo mejor de todo es que ya no veo doble y no me duele la cabeza. Tenía miedo de que todo fuera una ilusión efímera pero aquí estoy, ha pasado un año desde que acabe la terapia… y NADA HA VUELTO A SER LO QUE ERA!

I.A.

I.A, fué una de mis primeras pacientes cuando abrí la clínica, y no sólo eso hizo especial trabajar con ella. I.A llevaba mucho tiempo incomoda con su visión, sabía que algo pasaba pero nadie le daba una solución salvo, taparse un ojo o cambiar constantemente de gafas. Recuerdo que tras hacerle la evaluación, se quedo viendo doble y con mareo duante un largo tiempo, algo para mi completamente normal, ya que tenía una visión binocular muy débil. Por eso podía entender porqué rendía tan poco en el trabajo, era tan torpe en los deportes y en la conducción. ¿Os imagináis como te puedes sentir si todo lo que haces te cuesta o te sale mal por un problema visual?

Tras unos 8 meses de terapia visual I.A., desarrollo una buena visión binocular y por tanto su vida cambió por completo.